La ruta que nos llevó a evocar los tiempos medievales el pasado fin de semana comienza desde Bilbao en dirección a Mundaka y Bermeo. Antes de llegar a Mungia, en un entorno privilegiado en plena naturaleza, se encuentra nuestra primera parada: el Hotel Palacio de Urgoiti.
En 1968, el Palacio Urgoiti fue expropiado para ser derribado con motivo de la construcción de la autopista Bilbao- Behobia. Su propietario decidió entonces desmontarlo piedra a piedra, y llegados los años años 2004 y 2005 se reconstruyó en su ubicación actual, entre Bilbao y Mungia. Si preguntáis por su Director, Mikel Solano, os contará encantado más detalles sobre su historia.
El Palacio Urgoiti, también conocido como Gallo o de Adán de Yarza, fue construido por Don Miguel Vélez de Larrea al final del siglo XVII. Este lugar cuenta con una historia intensa y accidentada. Su estratégico enclave original en Galdakao, dominndo los caminos de Arratia y Zornotza, originó que fuera escenario de distintos hechos en la historia de Vizcaya. También fue lugar de encuentro de ilustres visitantes, entre los que se encuentra el Infante Don Carlos de Borbón.
Es un hotel impresionante, ideal para ir en pareja. Cuidan hasta el más mínimo detalle y tiene todas las comodidades modernas: conexión a Internet a través de una red WiFi abierta ¡disponible incluso en los jardines del Palacio!, piscina climatizada, instalaciones deportivas, todo para el golf, salones y una amplia terraza para tomar el sol. Es un sitio ideal como lugar de ocio y descanso, con un personal muy amable y atento.
El entorno es un lugar de lujo para desconectar del día a día y cargar las pilas. Puedes disfrutar de la calma de hotel, visitar los museos de los alrededores, y si el clima te acompaña, realizar múltiples actividades en la zona, como piraguismo o rutas de senderismo. La cocina del Palacio Urgoiti sorprende por su calidad. Para empezar, tienen una selección de pintxos riquísimos, como el de pato con pera, o los más típicos de la zona como la txistorra o las antxoas. Se puede comer de Bistrot o a la Carta, y ambas opciones son buenas (la primera mejor si quieres algo rápido). La tostada caramelizada es un espectáculo de plato, ideal para los golosos. Preparan una hamburguesa casera buenísima, la “Harria”. De la carta, el pescado lo sirven en su punto, las salsas son exquisitas. Además, elaboran sus propios helados artesanos, deliciosos.
Desde allí guiamos nuestros pasos hacia un singular destino en estos parajes de naturaleza indómita, el Castillo de Butrón. Nada mas verlo parece sacado de un cuento de hadas, o de una película de capa y espada. Su orígen se remonta al siglo XI, fecha en la que se construyó una torre típicamente medieval sobre la antigua casa de los Butrón. Su evolución viene seguida de toda una serie de leyendas que, unidas a la realidad, tienen como protagonistas las luchas entre dos familias de nobles, los Gamboinos, que eran los dueños del castillo, y los Oñacinos. En el siglo XIX el castillo fue rediseñado por el Marqués de Cubas, inspirado en formas góticas, nórdicas y fantásticas, inventándose almenas, cubos y ventanas. Tomando como base los cimientos y parte de las torres cilíndricas, se erigió el resto según el gusto germánico, con gran dosis de fantasía. En cierta medida, tiene paralelismos con los castillos bávaros del siglo XIX, ya que la espectacularidad de una construcción de 45 metros de altura recuerda al famoso castillo de Neuschwanstein de Baviera con sus formas góticas y fantásticas.
Tras una costosísima inversión en su reforma, el castillo fué reabierto al público en 1994 como lugar de encuentro de cenas tradicionales y banquetes medievales, cerrando años después por las escasas visitas y el poco tirón de sus espectáculos. Se encuentra bajo la protección del Patrimonio Histórico Español.
Es una lástima no poderlo visitar por dentro, ya que al rodearlo te dan ganas de subir a sus almenas para disfrutar de unas vistas espectaculares o incluso ¿por qué no? batirte en un duelo imaginario con el señor del castillo para liberar a sus oprimidos vasallos e instaurar la paz y la libertad en el reino. Por ahora nos tendremos que conformar con imaginar, al verlo, los pendones ondeando al viento, los centinelas en sus almenas y los señores con sus criados al pie de la chimenea mientras el juglar canta las virtudes de las doncellas del castillo.
Viendo el inminente anochecer, regresamos para hacer noche en el Palacio Urgoiti, y disfrutar de una preciosa puesta de sol que puso el broche final a una agotadora jornada de ensueño.
A la mañana siguiente y después de un desayuno digno de reyes en el comedor del Hotel, dejamos este magnífico lugar. Nos llevamos la mente y la cámara llenas de recuerdos en forma de fotografías, y una sensación que difícilmente se borra de la cabeza y del corazón: los ecos de tiempos pasados, que perviven en las piedras centenarias de sus edificaciones y en el alma de esta tierra llamada País Vasco.