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Month: September 2010

¿Burning Man o Nunca Jamás?

Un año más, Septiembre se convierte en un mes realmente inolvidable. Este año, de nuevo decenas de miles de personas aprovisionadas con absolutamente todo lo necesario para vivir una auténtica semana de ensueño, se dirigen hacia Black Rock City (BRC), en mitad del blanquísimo desierto de Nevada. Aquí se hace realidad lo que parece imposible… ¡bienvenidos a Nunca Jamás!.

La cola de coches, vehículos mutantes, autocaravanas, motos y bicicletas llega a las puertas de esta ciudad mágica donde, desde el domingo por la tarde, todo parece un cuento que dura sólo una intensa semana. El broche de oro de esta celebreación sin par es la quema del hombre, acto del que toma su nombre este festival sin parangón: Burning Man.

Tras una cálida bienvenida, al atravesar las puertas del recinto, te sumerges en una festiva explosión de creatividad. Todo es fantástico: las personas, dónde viven, qué hacen, cómo participan, cómo se mueven y desplazan, qué construyen y exponen, cómo se relacionan y comparten todo -ya que no hay ningún tipo de comercio ni dinero dentro de Black Rock City, pero das y recibes regalos de lo más curioso-.

Una vez dentro, los singulares habitantes de esta ciudad, ataviados con los trajes más imaginativos… o sin traje alguno, sintiéndose totalmente libres de hacer cualquier cosa -menos ensuciar el recinto- acampan y conviven una semana. Día y noche, hay un sinfín de cosas que ver y hacer. Actividades preparadas, improvisadas, esculturas y arte popular por doquier.  El paisaje de la Explanada, y de toda Black Rock City es sorprendente tanto de día como de noche.

Las habituales tormentas de arena del desierto son todo un reto a superar por “Burners” -como habitualmente se llama a los habitantes de BRC-. Cómo vivirlas: es una fuente de anécdotas.

Esta singular fiesta se repite cada año desde 1986, año en el que comenzó entre un grupo de 20 amigos de San Francisco. Cada verano atrae a más y más personas -este año casi 60.000 registradas- y se extiende por el mundo, alcanzando lugares como Nowhere, en España. Si tenéis la oportunidad de ir, ya sabéis ¡llevaos mucha agua, preparad la maleta dejando que vuestra imaginación vuel  y poned rumbo a una semana increíble e inolvidable!

Agaete y Arucas: dos caras de una misma moneda

Mar y montaña, tradiciones e historia se combinan en dos pequeños pueblos de Gran Canaria: Agaete y Arucas. Si bien el principal atractivo por el cual muchas personas llegan a Gran Canaria son sus playas y su clima, bien vale la pena alejarse de los recorridos turísticos para descubrir una isla llena de usanzas ancestrales y rincones mágicos por develar.

Como la isla es pequeña, ambos pueblos pueden recorrerse en un solo día. Particularmente aconsejo iniciar por Agaete, un pueblo de pescadores donde el tiempo parece haberse detenido.

Si arribamos a Puerto de las Nieves lo primero que nos deslumbrará será la perfecta conjugación entre las imponentes montañas y el azul del mar. Una vez recuperados del primer impacto apreciaremos una extraña formación rocosa que emerge del mar, es el celebérrimo Dedo de Dios por el cual los canariones suspiran pues en una tormenta el frágil índice cayó al mar. Aún hoy turistas de las más disímiles latitudes arriban en la búsqueda de tan singular fenómeno de la naturaleza.

Otro de los aspectos que impacta de Agaete es la tranquilidad y el silencio que se respiran en el aire. Para aquellos que llegan de una gran ciudad es una verdadera bendición e incluso hay quienes se albergan en su pequeño pero excelente Hotel. Algunos aprovechan este ambiente mágico para gozar su pequeña playa mientras que otros prefieren desandar un paseo solitario sobre el mar que regala una comunión con el vaivén de las olas.

Por supuesto, sería un pecado abandonar este sitio sin degustar el marisco local en alguno de los pequeños restaurantes que miran al mar y que ofrecen precios módicos. Para finalizar el recorrido se puede salir por el pueblo, un conjunto de pintorescas casas de pescadores con motivos marineros.

Siguiendo el camino podemos llegar a Arucas, un pequeño pueblo canario de calles estrechas y empinadas donde solo sus habitantes nos hacen rememorar que estamos en pleno siglo XXI.

Al visitante desprevenido le tomará por sorpresa la Iglesia de San Juan Bautista, su imponente construcción resale al año 1909 y es de estilo neogótico. Debo puntualizarles que la iglesia normalmente abre a partir de las 16.30 y en ocasiones es necesario empujar un poco la puerta para entrar pues usualmente permanece entrecerrada, quizás con el propósito de preservar un ambiente sacro. Una vez dentro sobresalen sus vitrales, espacio por el cual la luz parece jugar con los arcos y cúpulas del recinto. También pueden apreciarse las más variadas piezas escultóricas de procedencia italiana, flamenca y andaluza.

Continuando el camino encontraremos pequeños restaurantes y cafeterías donde degustar un aperitivo. Si se deciden por la cafetería-bocata Siroco no se dejen maravillar por el ambiente de taberna antigua del primer piso y suban hasta el segundo, su explosión de luz les subyugará.

A pocos pasos se encuentra el Parque Municipal, un espacio relajante donde podrán hacer un alto en el camino gozando de una temperatura de al menos tres grados en menos. Si deciden ir unos metros más allá, podrán toparse con la Fábrica de ron Arehucas, fundada en el año 1884, actualmente produce la bebida emblemática de la isla que, sin dudarlo, amerita una degustación.

Palacio Real de Madrid, solemne morada de antiguos reyes

Madrid cuenta con un valioso patrimonio monumental que debe ser conocido no sólo por los que viven en la capital, sino por cualquier viajero que se acerque hasta la ciudad a pasar unos días. Hoy quisiera detenerme en el Palacio Real, la residencia oficial del Rey de España, aunque en realidad no vive en él, sino que lo emplea para recepciones y ceremonias de Estado.

El Palacio Real de Madrid se encuentra muy cerca de la Puerta del Sol, sólo hay que caminar por la calle Arenal hasta llegar a la Plaza de Oriente que posee unos preciosos jardines llenos de estatuas en honor a varios reyes españoles, setos y flores, y donde existen zonas de juego infantil. Frente a ella se levanta, majestuoso, el Palacio, que se terminó de construir en 1755. Su primer morador fue Carlos III y desde aquellos tiempos ha permanecido intacta la decoración de muchas de sus salas.

Ya desde que se accede al Palacio invade al visitante una sensación de grandeza. Especialmente llamativo es el Salón del Trono, con sus muebles dorados y de terciopelo y el imponente fresco que decora la bóveda. A ambos lados de la silla real encontramos dos leones de bronce que trajo hasta aquí el mismísimo Velázquez.

Lo más curiosos disfrutaréis sobre todo en la visita a la Real Armería, que posee una de las colecciones más importantes y donde maravilla descubrir armas y armaduras de la época medieval y de importantes reyes como Carlos V y Felipe II. Un halo de misterio envuelve esta sala y mientras contemplamos las numerosas piezas casi somos capaces de ver las sangrientas batallas que con estas armas se libraron en el pasado.

Si hemos llegado hasta aquí es imprescindible que visitemos los jardines del Palacio Real de Madrid, conocidos con el nombre de Campo del Moro, pues fue en este lugar en el que se asentaron los almorávides cuando quisieron conquistar la ciudad de Madrid en el año 1100. Sus 20 hectáreas de jardines y el exquisito cuidado con que se mantiene lo convierten en el mejor jardín de toda la ciudad, a pesar de que mucha gente no llega a conocerlos, pues la entrada se ubica en el Paseo de la Virgen del Puerto, que queda un poco retirado de la entrada al Palacio, pero de verdad que merece la pena dar un paseo y contemplar sus fuentes.

Monfragüe: el abismo que devuelve la mirada

Pocos lugares he contemplado que hayan llamado tanto mi atención como el Parque Natural de Monfragüe, en la provincia extremeña de Cáceres.  Se trata de un precioso valle por el que discurren los ríos Tajo y Tiétar, un paraje natural de belleza excepcional que se prolonga durante 30 kilómetros y que está salpicado de sierras bajas de bosque y matorral mediterráneo.

Asomarse sobre el Tajo en estos parajes y arrancarle ecos a sus escarpados peñascos provocan en el visitante un efecto casi hipnótico. Sus aguas verdes, de espejo, le roban reflejos a la tierra y ofrece estampas de una naturaleza salvaje y una simetría vertiginosa. Conviene acercarse si sufrimos una época de estrés, relajarnos en el silencio de Monfragüe y perdernos en la inmensidad de sus paisajes.