Gracias a Turismo de Jordania, he tenido la oportunidad de viajar a este país, un destino para muchos desconocido, que alberga monumentales escenarios históricos y naturales, en un estado de conservación impresionantemente bueno.
Jordania es una joya de Oriente Medio emnarcada por Siria, Iraq, Arabia Saudita, el Mar Rojo (en el golfo de Aqaba), Israel y Cisjordania. Por su situación geográfica, tal vez el viajero desinformado podría acudir temeroso, sin embargo, la seguridad y el correcto orden se respiran en las calles de las grandes ciudades, en los pueblos, en las montañas, y en los diversos parajes naturales que podemos encontrar en esta tierra.
Amman, su capital, es un buen punto de partida para aterrizar en Jordania: su aeropuerto es moderno, y si llegas volando con Royal Jordanian comprobarás la alta calidad de los servicios puestos a disposición del turista incluso antes de pisar tierra firme. Un dato importante a propósito de la llegada es que necesitarás, como todo visitante, un visado que puedes obtener en pocos minutos y cuesta 20€. Para grupos formados por 5 personas o más existe una visa colectiva sin coste si pasan un mínimo de dos noches en Jordania.
A lo largo de la historia, la principal ciudad del reino jordano ha sido conocida con diferentes nombres como Rabbath-Ammon o incluso… ¡Philadelphia! Auque este nombre nos recuerde a otro lugar muy lejano, procede de los términos “filia” y “delfos”, es decir: amor de hermanos.
Amman está situada entre siete colinas, y contemplarlas desde la Ciudadela recuerda a la vista de Atenas desde el Partenón. Sin embargo, el estado de conservación de las ruinas de Amman es excelente, y su explotación turística mucho menor que la de la capital griega: puedes pasear entre vestigios que datan desde la Edad de Piedra, restos del Imprerio Romano, como parte de la colosal estatua de Hércules, o el hermoso Palacio Omeya de Al Qasr, reconstruído por españoles. Esta pieza de arquitectura Omeya, a diferencia de las ruinas de otros periódos, es totalmente accesible, el visitante puede pasear por su interior y sumergirse en la historia gracias a toda la información y los detalles explicados en numerosos carteles en inglés, árabe y español 🙂
También en la Ciudadela, el Museo Arqueológico merece una visita. No lleva mucho tiempo ya que todos los objetos -de muy diversa índole y antigüedad- están prácticamente amontonados en una única sala. En un vistazo, puedes contemplar objetos preciosos y curiosos que ayudan a comprender mejor cómo vivían los habitantes de Amman a lo largo de la historia.
El Teatro Romano es otra joya que resiste el paso del tiempo erguido entre las siete colinas. Su acústica es absolutamente impresionante. Desde el escenario, las voces de los actores llegan, sin necesidad de levantar la voz, de forma alta y clara hasta la última fila de las gradas. Puedes moverte por el espacio y subir hasta los asientos más alejados para comprobar cómo llegan los sonidos con toda su nitidez desafiando la distancia a los actores. Sin duda poder presenciar actuaciones en este Teatro es todo un lujo.
A 50 kilómetros de Amman, otra cuidad rebosante de historia que también me sorprendió gratamente fue Jerash. Nada más llegar, bajo el Arco de Adriano, un grupo de simpáticas mujeres árabes se animaron a hacerse fotos entre cantos y bailes con nosotros, los visitantes occidentales, ya que nuestro aspecto les llama tanto la atención como a nosotras verlas bajo los velos de sus burkas… ¡con el calor que hacía!
Pasado este Arco, puedes disfrutar de un agradable paseo cruzando el Hipódromo, el Foro, el Teatro y transportándote a otra ápoca al caminar entre las numerosas columnas, coronadas con hojas de acanto, que se mantienen en pie a pesar de ser una zona sísmica. ¿Quieres saber algo curioso?: las columnas vibran, se agitan constantemente. Los lugareños dicen que “bailan”, ya que se apoyan en superficies ligeramente convexas.
No todo es arqueología e historia en Jordania: por supuesto, tras los paseos… llega la hora de comer. Os recomiendo, además del rico hummus, degustar la cocina típica y casera de la región. Una comida habitual jordana es el Cabseh. Además de por el paladar, la cocina árabe entra por los ojos ya que su colorida presentación tradicionalmente consiste en una mesa repleta de platos, todos para compartir, combinando diferentes sabores, ricas recetas con abundantes vegetales y frutos secos que se acompañan siempre con pan de pita recién hecho.
Me parece un destino maravilloso que me apunto en mi guía ya mismo. Sobre todo me tranquiliza el tema de la seguridad y la calidad gastrómica es de lo mejor de oriente medio.