Uno de los viajes más bonitos que se puede hacer, es un recorrido por el Wadi Rum, el desierto rojo que fascinó a Lawrence de Arabia y que hoy en día recibe a cientos de turistas cada mes para esconderlos entre sus arenas, arroparlos con su sábana de estrellas y despertarles ese beduino que todos llevamos dentro.
El viaje puede sonar muy complicado. Ir a Jordania ya supone palabras mayores, pero una escapada fácil -y razonable en precio- se puede hacer si se encuentra una oferta al aeropuerto de Sharm el-Sheij, desde donde un autobús puede llevarte en sólo dos horas y media por tierra hasta el ferry que conecta la Península del Sinai con la ciudad de Aqaba, al sur de Jordania. Es verdad que siempre es posible encontrarse con algunas contratiempos egipcios, en cuestión de horarios, pero no permitas que eso estropee el viaje, tómalo como parte de la aventura.
Dependiendo del tiempo y las ganas, se puede dormir en Aqaba y aprovechar para ver cuatro países desde sus orillas bañadas por el Mar Rojo –Arabia Saudita, Egipto, Israel y la suya propia- o inmediatamente coger un autobús -o taxi- hasta el pueblo más cercano al Wadi Rum. Allí, varios beduinos tienen empresas de excursiones y planes para una, dos o más noches en el desierto más impresionante de Jordania. Donde verás los verdaderos colores de la naturaleza brillar entre piedras con formas espectaculares, que además guardan mucha historia.
Aunque las empresas que te llevan al desierto, normalmente tienen mantas y hasta camas, siempre es bueno llevar una buena bolsa de dormir y algo de abrigo.
Si normalmente te gusta el desierto, este te va a fascinar. Y si es primera vez que viajas a uno, es posible que otro no pueda superar fácilmente su encanto. Lo cierto es que verás los horizontes más amplios, como dicen los beduinos, un mundo sin esquinas ni muros que corten la visión, donde se aprende a ser paciente y a hablar con los ojos. Para muchos, el mundo del desierto es duro, pero también es mucho mejor.
Lánzate a las arenas del Wadi Rum, ¡no te vas a arrepentir!