Para muchos Mandalay no es como esperaban. El tráfico y caos choca con su imagen romántica de una ciudad con palacios y monasterios. Sin embargo, desviándote de las calles principales de esta ciudad “moderna” descubres un pueblo mucho más idílico.
La mejor manera para explorar la ciudad es en bicicleta. Así puedes pasar por las estrechas calles de los barrios más rústicos con calma, donde las casas están todavía hechas de bambú y teca. En estas zonas verás mujeres lavando la ropa, niños jugando en la calle y monjes relajados en cafeterías con el periódico.
Se pueden alquilar las bicicletas en la esquina de la calle 25 con la 83 por 1500 kyat al día. Empieza el día visitando los mercadillos alrededor de la calle 28 con la 85. Si consigues conducir por el tráfico vas a descubrir un “hormiguero” de actividad comercial, donde se venden una variedad de productos típicos de Myanmar incluyendo pescado seco, hojas de betel, frutas exóticas y raíces como jengibre. Esta experiencia de colores, olores y sonidos fuertes forman parte de una buena introducción a la cultura burmesa.