De princesa, de guerrero, hadas, elfos, monstruos y finalmente disfraces tan elaborados que hay que darles su propio espacio. A mi no me gusta disfrazarme, pero si que me interesa el folklore de algunas zonas de España. Este año he pasado el fin de semana en Santander, concretamente en Santoña (vale, también he comido anchoas).
Se celebra un concurso de murgas en la plaza del pueblo, Plaza de San Antonio y el carnaval es marinero, lo que le ha valido la declaración de Fiesta de interés turístico nacional. Estas murgas se celebran desde 1934 y relatan la historia entre un besugo y una sirena. Santoña divide su fiesta en tres partes, el paseo del reo, el juicio del fondo del mar y el entierro del besugo. Pasean, disfrazados de peces, al besugo o reo por todo el pueblo, en el juicio, Neptuno hace de juez y le condena por el rapto de la sirena. Por último, el entierro o la quema del besugo en la bahía, culpable de los cargos, otras historias dicen que el besugo muere por la pena de haber perdido a la sirena. La celebración tiene lugar 40 días antes de Semana Santa. Es una fiesta amable, llena de alegría y donde el turista se siente muy integrado entre los habitantes del pueblo.
Además del carnaval, en Santoña puedes ver la casa de Maeda o del Marqués de Chiloeches, las edificaciones militares tipicas en la costa de Cantabria, entre el siglo XVIII y XIX, destancando las de San Martín y San Carlos. Tambien el palacio o la casa del capitán Antonio Ortiz del Hoyo.
El año que viene dudo entre ir al carnaval de Águilas en Murcia, donde la curiosidad está en romper un huevo en la cabeza de quien se nos cruce o ir al de Tarragona donde las comparsas se asemejan mucho a las de Rio de Janeiro y donde hacen lanzamiento de teléfonos móviles, muy útil para desestresarse y disfrutar de la fiesta.