Para muchos Mandalay no es como esperaban. El tráfico y caos choca con su imagen romántica de una ciudad con palacios y monasterios. Sin embargo, desviándote de las calles principales de esta ciudad “moderna” descubres un pueblo mucho más idílico.
La mejor manera para explorar la ciudad es en bicicleta. Así puedes pasar por las estrechas calles de los barrios más rústicos con calma, donde las casas están todavía hechas de bambú y teca. En estas zonas verás mujeres lavando la ropa, niños jugando en la calle y monjes relajados en cafeterías con el periódico.
Se pueden alquilar las bicicletas en la esquina de la calle 25 con la 83 por 1500 kyat al día. Empieza el día visitando los mercadillos alrededor de la calle 28 con la 85. Si consigues conducir por el tráfico vas a descubrir un “hormiguero” de actividad comercial, donde se venden una variedad de productos típicos de Myanmar incluyendo pescado seco, hojas de betel, frutas exóticas y raíces como jengibre. Esta experiencia de colores, olores y sonidos fuertes forman parte de una buena introducción a la cultura burmesa.
Para escapar del caos ve a la calle 36 para descubrir una de las industrias más antiguas de Mandalay, los talleres de las hojas de oro. En estas pequeñas fábricas se producen las láminas de oro que tiñen dorado los templos y los budas en Myanmar, como los de Bagan o Shwedagon Paya en Yangón. Probablemente, los vas a escuchar antes de ver. El “clink-clink-clink” es el sonido del martillo sobre la piedra redonda donde se aplasta un trozo de oro (25 gramos) durante seis horas. El resultado de este esfuerzo sobrehumano es la producción de más de dos mil hojas de oro con tan sólo estos 25 gramos. Te enseñarán el proceso de producción y podrás comprar tu propia hoja.
Otro de los recursos naturales valiosos de Myanmar es jade, una piedra preciosa verde. En la calle 87, al lado del canal, se encuentra el mercado de jade. En este centro de compra-venta sorprendente, hay un contraste fuerte entre el precio de las piedras y las instalaciones. Es sucio, hay cubos para escupir betel por todos lados y tiene un olor raro. Sin embargo, su encanto esta en poder ver la gran variedad de piedras y observar a los expertos negociantes examinando cuidadosamente cada pequeño trozo, considerando tranquilamente su valor y, finalmente, con mucha seriedad cerrando la transacción en un intercambio que te recuerda a un juego de poker.
Si sigues con ganas de ver más, puedes seguir la orilla del canal Thinga Yarsar hacía el Norte hasta que llegues a un puente de teca, parecido al famoso U Bein. Cruzando el puente y subiendo la calle a la derecha pasarás por unos talleres de cerámica. Al final de la calle está el mercado Htin Tone Taik, un mercado que abre por las tardes donde puedes comer.
La última parada en este tour del mundo comercial de Mandalay es el puerto (al este del mercado) donde puedes ver como cargan y descargan los barcos. Seguramente ya cansado de tanta actividad, es tiempo de devolver la bicicleta.