No es la primera, ni la última vez que escribiré sobre Cantabria. Cada vez que regreso me quedo con ganas de volver y es rara la semana en la que no repaso los maravillosos recuerdos con los que tanto me hace soñar. Sin duda, aunque parezca increbile, hay sitios -todos los tenemos- que nos hacen volar sobre montañas y aterrizar en un mundo que parece idílico y lleno de felicidad. Cantabria es uno de ellos. Se puede disfrutar en cualquier estación del año.
En mi último viaje aproveché para visitar sitios diferentes teniendo como lugar de descanso el Hotel Camino Real de Selores, en el Valle de Cabuérniga. Del hotel solo puedo hablar maravillas. La decoración de cada habitación es diferente, amplias, con jacuzzis grandísimos, en una zona rural muy acogedora y apartada del mundanal ruido, con unos desayunos espectaculares y una cocina de alta gastronomía a precios razonables, la bodega era muy completa y la atención de todo el personal muy cercana.
Al estar bien comunicado nos permitió en pocos días hacer diferentes planes:
Para un poco de aventura y cultura geológica fuimos a la Cueva El Soplao. Se le llama así porque cada vez que se descubre una nueva cavidad, tan grande como esta, al romper la últimas rocas en la perforación el aire comprimido desde hace miles de años sale despedido hacia fuera soplando a sus descubridores. Es un lugar enigmático y merece la pena ir de visita turística, aunque también probaremos en próximos viajes a hacer espeleología por toda la cueva.
Para un poco de conocimiento sobre nuevos sitios estuvimos en Comillas y su playa norteña, San Vicente de la Barquera y Potes. En este último sitio paramos a comer en uno de los mejores restaruantes de la zona. En el Asador El Balcón se come genial por un precio módico, la cantidad de comida es bastante para aquellos que nos gusta salir doblados del restaurante al que vamos -no se desperdicia nada-. La calidad de las carnes hace honor a la zona de montaña y los ganados -casi salvajes- que allí habitan. Y sobre todo, no olvides llamar para reservar una mesa junto a sus ventanales donde podrás disfrutar de toda la vista del valle y del pueblecito con encanto que es Potes.