Idílica. Así de simple se puede definir y sentir la experiencia vivida este singular lugar del Pirineo gironés en Cataluña. Es la primera palabra que me vino cuando tuve que explicarselo a un amigo. Idílico es el enclave que guardan sus montañas, y que, soleadas, nevadas o plagadas de ese verde característico del pino negro, maravillan a primera vista. El Valle de Núria es uno de esos lugares mágicos, uno de esos secretos a voces, una visita obligada por cualquier amante de la naturaleza.
La historia comienza en Ribes Vila, una de las paradas del tren cremallera, un proyecto ideado hace casi 100 años y que inauguró su primer viaje al Valle de Nuria en 1931. Con casi 13 kilómetros de espectacular recorrido por escarpadas laderas y túneles de piedra, y superando más de 1.000 metros de desnivel, es la única forma de acceder a Núria, preservando toda la intimidad y la magia histórica del lugar.
Nada más llegar, las primeras luces de Nuria nos muestran un lago, helado como la piedra en invierno y cálido y placentero en verano, siempre con actividades en ambas estaciones, como las inmersiones bajo el hielo o los paseos en barca respectivamente. En sus orillas podemos disfrutar de las vistas de las montañas circundantes que configuran un impresionante circo glaciar.
Más allá del lago, la preciosa capilla románica de San Gil, y distintas construcciones como los establos -con caballos y asnos autóctonos- descansan al lado del río que alimenta el lago. Además de la fauna típica de la zona, entre su singular flora destacamos la flor de lis -o martagón amarillo- como estandarte de la región. La naturaleza única del Valle de Núria se puede descubrir, por ejemplo, de la mano de guías expertos de la zona, como Joan Cano, a través de excursiones aptas para todos los públicos.
Para los menos andarines, se puede llegar en telecabina hasta la cima, un mirador desde el que se pueden ver muflones o marmotas a muy corta distancia. Muy cerca, el Puig Mal, de 2913 metros lidera a sus hermanas montañosas que forman una coqueta estación de esquí en invierno, con sólo 7 kilómetros de pistas, pero donde se disfruta de más tiempo de esquí, porque no hay colas ni esperas en sus remontes. Si eres amante del esquí difícil, su pista negra, la Pala Bestia, tiene una inclinación y una vistas que, simplemente, hacen honor a su nombre.
Alojarse en el corazón de este mágico lugar es posible en el Hotel Vall de Núria ***, un edificio totalmente renovado, sostenible y con los servicios más modernos. Ofrece el máximo confort sin perder su aire tradicional, que veras reflejado en sus históricas salas, decoradas con carteles que son auténticas piezas de coleccionista. Disponen además de Wifi en todas las instalaciones del valle. Con 65 habitaciones muy bien equipadas, se une a su estructura un santuario con una curiosa tradición: si tocas una campana mientras metes tu cabeza dentro de un oratorio, tienes muchas posibilidades de éxito si quieres tener un bebé. Y es posible que salga niña y… ¡a lo mejor se llame Núria!
Junto al hotel se encuentra un espacio lúdico natural para toda la familia, con barcas, caballos, tubing, y muchos juegos en la Casa de la Marmota, el punto central encargado de que niños y mayores pasen el día con toda clase de emociones, para llegar a la noche y completarla con una espectacular observación de estrellas … ¡imagínate cómo se ven ahí!
Núria es un destino ideal para todos los meses del año. Especialmente recomendables son marzo y septiembre, donde encontrarás su máximo esplendor. Todo un pequeño universo natural.