5 años después de haber realizado el mejor viaje de mi vida -hasta ahora-, el gran Davitxu me envió un regalazo en forma de libro: la recopilación gráfica de nuestra preciosa aventura: 5 aragoneses en el Transiberiano.
Gracias a contemplar estas páginas con Pablo, entre risas, se nos ocurrió la idea de que sería genial compartirlo… ¡y volvernos a reunir la tropa de nuevo! Por eso, este mes vamos a estar todos juntos contando en abierto -lo que se pueda contar- y respondiendo dudas, detalles y curiosidades que cualquiera desee preguntarnos acerca de este viajazo. ¡Estáis invitados!
¿Cómo empezó todo? Sí, efectivamente, con esa gran frase de arenga que estás pensando (¡sí, esa, de verdad!). El “engorilamiento colectivo” no es un mito. Nuestro viaje se gestó con un enérgico brindis en plenas Fiestas del Pilar de Zaragoza, donde, con la “sutil” valentía que nos caracteriza a los aragoneses, alzamos nuestras jarras al grito de ¿Nos hacemos el Transiberiano o qué? ¡Venga que no hay hue…!
Comenzar en San Petersburgo fue genial:
Divertidísimo y grandioso, a la vez que muy acogedor. Gracias mi amiga María lo disfrutamos desde la perspectiva local, ya que generosamente nos enseñó rincones curiosos de su ciudad, y nos abrió su casa familiar ¡qué grande eres, моя подруга!
Continuamos a Moscú:
Y ¡embarcamos en el Transiberiano!
Una aventura alucinante, un mes completo, intenso, gélido y precioso.
Y de Rusia… ¡a Mongolia!
Y de Mongolia ¡a China!:
Coronamos la ruta en un día rojo de nuestro calendario: el día de Aragón, San Jorge, que celebramos convenientemente con un festín en pleno parque Pekinés. ¡Vivan los intercambios culturales!