Brujas es una de las ciudades más bellas en la que he puesto los pies. Las casas típicas emergen del agua de los canales entre la neblina que suele ser típica de esta zona, que llama a la lluvia y provoca que fachadas y muros se llenen de musgo y verdín.
Llegué a Brujas después de conocer Amberes, otra preciosa ciudad de Bélgica. Me sorprendió la gran cantidad de edificios armónicos que la componen, iglesias, casas y torreones que, junto con los canales, otorgan a la ciudad aspecto de cuento, sobre todo durante la noche, cuando sus callejuelas se iluminan con luz amarilla y tenue.