El carnaval gaditano, como todo buen carnaval que se precie, se vive en la calle. Desde el primer momento, en que la ciudad se planta bajo el benévolo sol del invierno andaluz, para degustar erizos y ostiones con vinos de una tierra generosa en uvas de calidad; las calles de Cádiz se convierten en el escenario perfecto para la bullanga y el despropósito más creativo. Es tiempo de Carnaval, es el tiempo de uno de los 10 Tesoros del Patrimonio Cultural Inmaterial de España.
La competición, de lo más llevadera y agradecida, se produce entre las bambalinas del Gran Teatro Falla y las reuniones callejeras. Comparsas, murgas y chirigotas, impresionantes agrupaciones corales y todo el arte y el duende andaluz, cristalizados en una suerte de coplillas populares que sirven para dar un repaso a los acontecimientos del año.
Aquí no se libra nadie: políticos, reyes, instituciones, sucesos… todo queda registrado en los anales del Carnaval de Cádiz y de toda su provincia. Afortunadamente queda sitio para lo políticamente incorrecto, en un mundo encorsetado por la corrección mal entendida y la mala educación camuflada.