La ciudad de San Petersburgo es uno de los más bellos destinos urbanos que he podido visitar. La nieve cubre toda la ciudad en invierno, lo cual hace que la primavera llegue con más fuerza a derretir la capa blanca y volver a dar vida a los ríos y canales que la surcan. Durante los meses que están helados no es raro ver pescadores que, haciendo huecos en el hielo echan la caña y se sientan a pescar pacientemente sobre las frías aguas del río Neva.
Al recorrer la majestuosa Avenida Nevsky puedes hacerte una idea de la grandiosidad de esta ciudad, llena de edificios de gran belleza, bien cuidados. Destaca sin duda la Iglesia de la Resurección de Cristo, que con sus llamativos colores y brillos, más bien parece salir de las páginas de un cuento.
Merece la pena subir la escalera de caracol que lleva a lo alto de la la Cúpula de la Catedral de San Isaac, desde donde se tienen unas visas impresionantes de San Petersburgo.
La inmensa Plaza de Palacio es una parada obligatioria en el recorrido por la cuidad de los zares. Los edificios son magníficos, coloridos, imponentes. En la plaza suele haber personajes ataviados con trajes de época que hacen evocar la espectacularidad del imperio ruso. Justo al lado se encuentra el museo Hermitage, uno de los más opulentos museos del mundo.