Entre la pompa de una música elegante del clasicismo, se levantan grandiosos edificios húngaros que conservan a pesar de los duros golpes históricos recibidos, su majestuosidad y solemnidad recordando las glorias clásicas de este imperio.
En la ciudad de Budapest, en la margen izquierda del río Danubio, se encuentra Buda. Esta parte conserva monumentos históricos como el maravilloso Bastión de Pescadores en el Barrio del Castillo, el Monte Gerardo y el Palacio Real.
También a este lado podemos encontrar el barrio de Gellért, donde se puede disfrutar de unos de los más famosos y emblemáticos Baños de la ciudad. Sumergirse en aguas termales es un placer habitual en Hungría. Nosotros fuimos a los baños de Széchenyi, donde numerosos locales y visitantes aprovechan las propiedades de las aguas, al tiempo que juegan y se divierten tanto afuera como dentro del precioso edificio en el que se ubican.
Si te alojas, por ejemplo, en el hotel Mercure Budapest, desde donde nosotros partimos, todos estos puntos sin accesibles en pocos minutos. Los transportes urbanos de la ciudad son excelentes.
Cruzando el conocido Puente de las Cadenas o el de Erzsébet se llega a Pest, que es el lado más vivo de la ciudad, el que concentra la mayor parte de las actividades tanto de ocio como de negocios.
En Pest se puede disfrutar de unas maravillosas vistas del majestuoso Edificio del Parlamento, uno de los más monumentales de toda Europa, del inmenso parque reconocido por Millenium, con su evocación a tiempos pasados románico, gótico y renacentista.
En medio del Danubio, también destaca la singular Isla Margarita, una isla que se utiliza como lugar de descanso y como espacio para practicar deporte, tanto para los habitantes de la ciudad, conocidos como “aquincenses”, como para los visitantes. Este espacio es un reclamo turístico que trasciende a toda Europa. Una maravillosa fuente que funciona al son la mejor música clásica es la guinda perfecta en este espacio natural.
Fuera de Budapest, también hay verdaderas joyas del clasicismo, como el Palacio de Estherházy en Fertőd, que sin duda merece la pena visitar. Recuerda -en pequeño- al majestuoso conjunto de Versalles. Sus cuidados jardines y sus 126 habitaciones inspiran sinfonías y musicalidad, ya que desde 1766 hasta 1790, fue el hogar del célebre compositor Joseph Haydn, que vivió en la parte que constituía la residencia de los sirvientes, separada del palacio. Eszterháza también tuvo dos teatros de ópera, el principal con 400 asientos, destruido por un fuego en 1779.
Hungría como destino es todo viaje cultural. Marcada sin duda por la dura época comunista, conserva el encanto de los rasgos de la época imperial, y el esplendor de su brillo durante el clasicismo se mantiene el aire de suntuosidad que se respira en cada calle.