Berlín es una ciudad fascinante y multifacética como existen pocas en el mundo. De día nos podemos empapar de cultura recorriendo sus más de 300 museos pero en la noche la ciudad se desdobla para mostrar la sensualidad de sus antiquísimos cabarets. Entre tanta historia y vida por apreciar, 24 horas no son suficientes para conocer una ciudad que tiene tanto que ofrecer, pero si sólo dispusiésemos de ese tiempo, existen algunos lugares que son absolutamente imperdibles.
El paseo puede comenzar en la Puerta de Brandemburgo, el símbolo indiscutible del poder prusiano y uno de los emblemas de la ciudad ante cuyos casi 30 metros de alto nadie puede quedar indolente. Construida en estilo neoclásico, recuerda los pórticos del Acrópolis de Atenas. A escasos metros se encuentra el Reichstag, la sede del parlamento alemán que amerita una visita a su cúpula desde donde se puede apreciar toda la belleza del centro histórico de la ciudad.
Foto tomada por Alexandre R. Costa
En este punto puede tomarse la avenida Karl Marx, un boulevard de estilo moscovita que nos conducirá a la Alexanderplatz, una de las plazas más concurridas de Berlín que se hace notar por su estilo típico de los años ’60. Resale desde lo lejos la torre de televisión, uno de los edificios más altos de Europa pero al llegar a la plaza un curioso reloj que gira constantemente será el centro de nuestra atención, famoso no sólo por su diseño sino también porque indica la hora mundial.