No hace falta ser un niño para volver a soñar, mucho menos si nos decidimos a adentrarnos en un mundo de fantasía del que es difícil escapar. Los parques de atracciones tradicionales han dado paso en España, en los últimos años, a parques temáticos de ilusión en los que tanta importancia como montañas rusas, norias o lanzaderas tiene un entorno creado para seducir al visitante, lleno de misterios, de colores, de seres fantásticos.
Por eso no me canso de recorrer el Parque Warner, en Madrid, porque se ha cuidado tanto el detalle que siempre que acudo encuentro cosas nuevas. Además, es posible pasar del Lejano Oeste a un Mundo de Superhéroes con tan sólo dar un paso. Paseando por sus intalaciones es posible descubrir recreaciones de Hollywood Boulevard, los estudios de la Warner Bross o, mejor aún, adentrarse en el fantástico mundo de Cartoon Village, en el que personajes como el diablo de Tazmania, Buggs Bunny, el Coyote o el Correcaminos nos salen al paso.
Viejos carromatos y abandonados cementerios, hoteles encantados y tenebrosas gárgolas que nos observan desde lo alto de un castillo, edificios de época y, por supuesto, el embarcadero, donde se desarrolla uno de los espectáculos más llamativos de los que tienen lugar en el recinto. Peleas de vaqueros, bailes de cabaret o asistir al nacimiento de Batman son algunas de las sorpresas que podemos encontrar.
Pero cómo olvidarnos de las atracciones. Mi favorita es, y será siempre, la montaña rusa de agua, aquí llamada Cataratas Salvajes. La descarga de adrenalina llega con la caída de La Venganza del Enigma, con 100 metros de caída libre. O el Stunt Fall, una especie de montaña rusa de efecto boomerang de la que sólo existen tres en el mundo y que nos hace caer en picado a una velocidad de 100 kilómetros por hora.
Pero, ¿cuáles son las desventajas? Lo peor del Parque Warner llega, sin duda, a la hora de la comida. Los diferentes restaurantes de comida rápida ofrecen menús de baja calidad a elevados precios y, como suele ocurrir en estos casos, no se permite traerse la comida de casa, por lo que hay que acabar “tragando”. Otra desventaja son las largas colas que se forman durante los fines de semana o días de mayor afluencia, sin olvidar que en verano el calor puede ser verdaderamente inaguantable. Pero a pesar de ello, la visita vale la pena.